El 14 de mayo, los turcos acudirán a las urnas para elegir al presidente y al Parlamento de su país, en unas elecciones que se anticipan como las más reñidas y trascendentales de los últimos años. El actual mandatario, Recep Tayyip Erdogan, busca un nuevo mandato frente a una oposición que le disputa el poder y que promete un cambio de rumbo político y económico.
Erdogan, que lleva 20 años al frente de Turquía, primero como primer ministro y luego como presidente, se enfrenta a una situación difícil, marcada por la crisis económica, la pandemia de covid-19, el terremoto que sacudió el país en febrero y las tensiones internacionales.
El líder del partido islamista AKP cuenta con el apoyo de la Alianza Popular, que integra también al ultranacionalista MHP y a otros tres partidos menores. Su principal rival es Kemal Kılıçdaroğlu, el líder del socialdemócrata CHP, que encabeza la Alianza de la Nación, formada por seis partidos de oposición. Aunque no forma parte de la alianza, el partido prokurdo HDP también respalda a Kılıçdaroğlu.
La oposición acusa a Erdogan de haber erosionado la democracia, la independencia judicial y la libertad de expresión en Turquía, así como de haber llevado al país a una situación de aislamiento y confrontación con sus aliados y vecinos. Además, le reprocha su gestión de la economía, que ha sufrido una fuerte depreciación de la lira, una elevada inflación y un aumento del desempleo y la pobreza.
La Alianza de la Nación se ha comprometido a restaurar el sistema parlamentario, que fue sustituido por uno presidencialista tras el referéndum constitucional de 2017 impulsado por Erdogan. También ha prometido impulsar reformas económicas y sociales para estabilizar la moneda, controlar los precios, reactivar el crecimiento y mejorar el estado del bienestar.
Las encuestas y las expectativas de que Kiliçdaroglu salga
reforzado con la retirada de otro de los candidatos disparó en la jornada de
ayer el optimismo de los inversores en Turquía. El índice de referencia de la
Bolsa de Estambul, el Bist 100, se revalorizó un 7,87%.
Las elecciones tendrán un impacto directo en la economía turca, que depende en gran medida de la confianza de los inversores y los mercados. Según los analistas, una victoria de Erdogan podría generar más incertidumbre y volatilidad, mientras que una victoria de la oposición podría abrir una ventana de oportunidad para el diálogo y las reformas.
La inflación también ha sido un problema crónico para Turquía, que registró una tasa anual del 36% en marzo de 2023, la más alta desde 2002. El gobierno ha intentado contenerla con medidas como subsidios a los productos básicos, controles de precios y recortes fiscales. Sin embargo, los expertos advierten que estas medidas son insuficientes y temporales, y que se necesita una política monetaria más creíble y ortodoxa.
El resultado de las elecciones será clave para determinar el rumbo económico de Turquía en los próximos años. Los ciudadanos turcos tendrán que decidir entre seguir confiando en Erdogan o dar una oportunidad a la oposición. El futuro del país y de sus relaciones con el mundo está en juego.
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